Los 41, la fiesta que sacó del closet la homosexualidad en México


El número 13 ha sido ligado a la mala suerte, el 666 al diablo, el 69 hace referencia a una posición sexual del kamasutra y el 41, en México, es relacionado con la homosexualidad
Los 41, la fiesta que sacó del closet la homosexualidad en México

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sábado, 18 de noviembre de 2017 0:00

¿De dónde viene esa costumbre de relacionar dicho número con la comunidad gay en el País? En vísperas del aniversario de la Revolución Mexicana, nos remontamos unos años atrás, exactamente al 18 de noviembre de 1901, cuando sucedió la ahora mítica redada que se convertiría en una referencia cultural: el Baile de los 41.

 

De acuerdo con el escritor Carlos Monsiváis, en su texto titulado La Gran Redada, publicado el 8 de noviembre del 2001 en el periódico La Jornada, a las tres de la mañana de ese domingo la policía irrumpió en una reunión de homosexuales, dejando al descubierto las preferencias en ese entonces ocultas de 41 hombres, de los cuales 19 se encontraban vestidos de mujer.

 

Según el autor, las notas policiales describen la presencia de faldas, perfumes caros, pelucas con rizos, caderas y pechos postizos, aretes, maquillajes de blanco o de colores estridentes, zapatos bajos con medias bordadas, abanicos, trajes de seda cortos, ajustados al cuerpo con corsé y hasta la rifa de un joven agraciado.

 

Al día siguientes las crónicas en los periódicos causan revuelo, no sólo por lo pintoresco de la escena, sino porque algunos de los involucrados resultan ser miembros de la alta sociedad, de familias de renombre, poder y riqueza, pero sobre todo porque un rumor corre por las calles, en voz baja y acompañado de risas poco discretas: se dice que originalmente eran 42 los arrestados, pero que uno fue dejado en libertad, y ese uno era ni más ni menos que Ignacio de la Torres y Mier, yerno del mismísimo Porfirio Díaz.

 


 

Los periódicos no confirmaron ni negaron la presencia de De la Torre, las fuerzas del gobierno de Díaz no acallaron a quienes aseguraban la presencia del esposo de la hija del Presidente, probablemente porque para ese entonces el rumor ya era de dominio público y actuar al respecto hubiera representado arrestar al menos a la mitad de los habitantes de la capital.

 

Sin embargo, de acuerdo con investigadores lo más importante de aquel suceso fue el atropellamiento total de los derechos humanos, pues en realidad no había motivo para irrumpir en la fiesta, mucho menos para arrestar a los participantes. La homosexualidad no estaba estipulada como un delito en el Código Penal, de hecho ni siquiera la mencionaba.

 

La excusa inicial de la policía fue que el grupo carecía de permiso para efectuar la fiesta y que un policía notó fue atraído a la escena ante un exceso de ruido, pero historiadores aseguran que en ninguna de las crónicas redactadas en fechas anteriores al evento se menciona o hace referencia a la exigencia de de permisos o notificaciones previas de reuniones.

 

Además, evidenció la brutalidad del régimen, pues según el historiador Juan Carlos Harris, los detenidos fueron obligados a barrer las calles de la capital mexicana con la ropa del festejo, una sanción que jamás había sido establecida por la ley. De los 41 hombres, los que no pudieron pagar su libertad  pagaron el mayor precio, pues 19 de ellos fueron incorporados de manera forzosa al Ejército y enviados a combatir en Yucatán.

 

Esto último causó indignación entre algunos ciudadanos, pero no por ser una completa violación de los derechos humanos, sino por ser considerado una deshonra para el Ejército, y el 24 de noviembre el periódico El Hijo del Ahuizote despierta con un artículo titulado “La aristocracia de Sodoma al servicio nacional", en donde se critica al servicio de las armas como un castigo que confunde a los cuárteles con cárceles.

 

“El ejército no puede recibir en sus filas a individuos que han abdicado de su sexo, la Nación no debe honrar con el ahogo ni a quienes se han degradado con los usos del colorete y los vestidos de las prostitutas, ni a los que les sirvieron de parejas”, dice el artículo citado por Monsiváis en La Jornada.

 

“El baile de los 41” fue así el primer precedente del delito denominado como “Ofensas a la moral y las buenas costumbres”, el cual sería empleado sin estupor como excusa para muchas otras detenciones, si derecho a abogado ni juicios, en aquella época bastaba que el expediente incluyera este cargo para que cualquiera estuviera sujeto a los caprichos de las autoridades. Y pero aún, a la crítica, los prejuicios y el evidente asco de la sociedad capitalina, que encontraba admirables dichos arrestos.

 

En cierta forma, la redada “inventó” la homosexualidad en México, o por lo menos la hizo evidente, asegura Monsiváis, y con ello irónicamente dio forma al movimiento gay en el País, pues a partir de ese momento cada homosexual deja de sentirse solo, pues su miedo es ahora compartido y lo que antes apenas daba evidencia de una organización social, pasa a convertirse en un colectivo sólido.


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