La libertad de expresión no garantiza que te escuchen o te tomen en serio, quienes ejercen el periodismo están conscientes de ello. Sin embargo, tienen fe en que sus palabras impacten a alguien, lo suficiente para que esa persona se cree un juicio propio.
Como periodistas, pero sobre todo como seres humanos, sólo exigen que no se les criminalice, amenace o arrebate la vida por llevar a cabo un derecho que es de todos: la libertad de expresión.
Del 2010 para acá han muerto en México 121 periodistas, según datos de la Fiscalía para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) hasta diciembre del 2016 y un recuento de los últimos meses realizado por TVP, de los cuales tan sólo 36 murieron en este sexenio.
En lo que va del año, siete periodistas han sido asesinados en México por llevar a cabo su labor. Esto coloca al 2017, como el segundo año, junto con el 2015, en el que más periodistas han sido asesinados en este país durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto. El primer lugar lo ocupa el 2016, con 11 asesinatos de periodistas, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
“Mientras persistan homicidios y desapariciones de informadores y atentados en contra de medios de comunicación, México no podrá transitar y consolidarse como una democracia robusta”, advirtió la CNDH en un comunicado de prensa tras la muerte del reportero Jonathan Rodríguez Córdova, del diario El Costeño de Autlán, en Jalisco, quien fue el último caso de homicidio a periodistas reportado este año.
Hoy, México es considerado el tercer país más peligroso a nivel mundial para ejercer periodismo, después sólo de países en guerra como Siria y Afganistán, de acuerdo con el informe de la organización Reporteros Sin Fronteras. Pero no siempre fue así, entre el 2004 y 2013 México ocupó el séptimo lugar a nivel mundial donde los periodistas son asesinados y los autores intelectuales no son capturados o procesados legalmente, de acuerdo al Índice Global de Impunidad realizado por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ).
No es el que el séptimo lugar sea algo a lo que debamos aspirar, pero ¿cómo llegamos del séptimo al tercero? ¿Qué hicimos para llegar ahí? Para entender la situación actual, debemos preguntarnos más bien qué no hicimos: nuestro gobierno fue dejando que los crímenes quedaran impunes, no se les dio importancia. A pesar de que en el 2010 se creó la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) supuestamente para lidiar específicamente con este tema, de las 798 denuncias de agresiones, incluyendo 114 homicidios (hasta agosto del 2016), 99.7 por ciento no recibieron sentencia.
Así es, quedaron impunes, al igual que los crímenes expuestos por los cuales dichos periodistas derramaron su sangre. Sólo existe registro de tres sentencias, ¿cómo podemos esperar que las cosas cambien si a cada acción no existen una reacción?
Este Día de la Libertad de Expresión no hay nada que celebrar, porque dicha libertad no existe en México, pero eso significa que hay algo por lo cual luchar. Porque el mismo derecho que ejercen los periodistas lo pueden y deben ejercer todos los mexicanos, sin miedo.
Que las palabras de todos los periodistas que han muerto por ejercer este derecho retumben como eco en la mente de todo quien las haya leído. Si alguien los silenció, seamos sus voces de ahora en adelante.
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